lunes, 13 de noviembre de 2017

¿A QUÉ VINIMOS?


¿A QUÉ VINIMOS? A ser probados, entre otras cosas. Antes de venir a la tierra, acordamos estar sujetos a las leyes del Señor y aceptar el castigo por violar esas leyes. Estamos en guerra con las fuerzas del adversario, y cada uno de nosotros es necesario si hemos de tener éxito en la obra que el Señor desea que realicemos. El poder de Dios no tiene fin para bendecir y dirigir la vida de los que busquen verdad y rectitud. La trampa puede estar astutamente presentada para apelar a nuestro lado compasivo a fin de que toleremos, e incluso, aprobemos, algo que ha sido condenado por Dios. No debemos temer al hombre más que a Dios. Cuando las personas tratan de quedar bien con los hombres, involuntariamente quedan mal con Dios. El pensar que se puede complacer a Dios y al mismo tiempo justificar la desobediencia de los hombres, no es neutralidad, sino, duplicidad, o tener dos caras, o tratar de servir a dos señores a la vez. Ningún hombre ni mujer, ningún jefe o gobernante, tendrá el poder de salvarnos cuando pasemos el velo de la muerte; sólo Jesucristo tendrá ese poder; entonces, sólo a Él le debemos obediencia y adoración junto con el Padre celestial y el Espíritu Santo.

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